El mito de la llorona loca, del espanto al jolgorio de la mano de José Barros
En cada kilómetro, el río Magdalena está cargado de historias y leyendas que han pasado de generación en generación. Es así como una historia de horror, en Tamalameque (Cesar) en una noche de parrandas se convirtió en una icónica canción de José Barros, ‘La llorona loca’.
En el pueblo de San Miguel de las Palmas de Tamalameque, una historia llena de espantos y presagio de muertes, perdidas de cultivos, inundaciones del río cuando escuchaban los llantos de la llorona.
La historia, que ha pasado de generación en generación en el pueblo ubicado a la margen derecha del Río Magdalena, cuenta como una ‘niña bien’ que se enamora y en una noche de amor se le entrega a su novio. Él la embaraza. Cuando ella le cuenta que está embarazada el tipo se escurre el bulto, se va del pueblo y la deja burlada, engañada
Lo que pasó, según las lenguas tamalamequeras, es que ella, por miedo al qué dirán y a los comentarios de una sociedad chapada a la antigua, que fustigaba a las madres solteras, decidió consultar a una matrona para darle otra vía a su destino, y prepararon un brebaje.
La joven encinta lo bebió, se fue hacia el caño Tagoto y cometió el crimen en sus orillas.
La criatura fue arrastrada por la corriente, pero la culpa hizo volver a la muchacha que, al no hallar a su hijo, se lanzó también a las aguas torrentosas y murió.
De ahí, cuenta la leyenda, sale llorando en las noches hacia las calles de Tamalameque, preguntando por su hijo.
Una icónica pieza del legado del maestro José Barros
Esta historia pasó del espanto a la fiesta en una noche de parrandas entre José Benito Barros y el conocido trío de guitarras Los Pantoja.
Una leyenda hecha canción que se convirtió en una joya musical para la posteridad.
La inspiración y genialidad del maestro nacido en El Banco, Magdalena, le dio el toque que necesitaba la leyenda para que se la pudieran bailar en Latinoamérica y el mundo entero.