365 demonios
Yo tengo como cinco-seis años de estar manejando. Por alguna cosa me quedé sin trabajo, y tal, y cogí la licencia y comencé.
La verdad es que con el tiempo me ha gustado: ahora no estoy en busca de otro trabajo, pues... en el taxi uno tiene la facilidad de aprender cosas, de escuchar cosas que de pronto los demás no escuchan. En el taxi hasta uno puede conocer gente: Anda... es que aquí llevo a no sé quién... Sale uno y no sabe cómo va a terminar el día, y eso me gusta.
¿Qué pasó? Que unos amigos míos salieron en un programa que hacen en Telecaribe... en un programa de unos pastores. Mis amigos investigan la biblia y libros apócrifos. Y, ¿qué pasa? Ellos denuncian las malas prácticas que hacen en los sitios religiosos.
Cuando fueron al programa estuvieron con los pastores debatiendo: que Jehová no es Dios... Y así. Yo los vi. Y resulta resulta que una vez en el taxi cogí al pastor, al dueño de ese programa, el que lo conduce. Yo le toqué el tema del debate, pero muy leve, porque yo vi que estaba embolatado. Yo le dije lo que pienso y él me dice que No, que eso está mal. Yo creo que eso fue una revoltura para él. Es que ellos insisten vehementemente que tienen la verdad.
Yo siempre he tenido ahínco en esos temas: siempre en las conversaciones comparto lo que investigo. Y en el taxi uno aprende con quién hablar y con quién no. Mira... Yo no comparto esa devoción por la Virgen del Carmen porque eso es... Los santos son demonios. La iglesia católica tiene trescientos sesenta y cinco santos, y todos son demonios: trescientos sesenta y cinco demonios.
Por eso me gusta el taxi: porque puedo escuchar y aprender y compartir mi punto de vista. Unos me dicen sí, tiene la razón, otros no la aceptan. Ya... Y eso está bien, porque no me gusta como que ¡Ah! El que sabe... No, me gusta que la gente sea su propio maestro, que saquen sus propias conclusiones. Jesucristo dijo La verdad te hará libre. Sí, en el taxi, en ocasiones, la paso bueno.