No me dejen morir
Digamos... Cuando tú... No... En este oficio uno recoge a muchos heridos. Y a mí me ha tocado varios: cuando se te mueren en el carro o cuando coges a alguien que dice que va a dar a luz y te da luz dentro del carro... Esas son cosas que me han marcado. Pero, fíjate que yo casi no retengo esos episodios porque yo trato de voltear la página. Yo no me quedo, pero... una historia que recuerdo mucho sucedió aquí, en el Bulevar de Simón Bolívar.
Un señor estaba herido y pedía taxi y nadie lo quería llevar a un hospital. El señor se me acercó con la mano en el cuello y me dice Mijo, no me deje morir: no me deje morir. No, yo lo llevo, tranquilo. Resulta que el señor vendía mercados y lo iban a atracar, y como no se dejó le pegaron una puñalada en la garganta. En el taxi yo trataba de que no se desmayara.
Yo le hacía conversación. Le pregunté que por qué no se dejó atracar. Mire, yo solo tenía dos mil pesos, que me había ganado durante todo el día de trabajo... esa era mi plata de desayuno, y yo sabía que el atracador iba a coger eso para vicio. Prefiero que me maten por dos mil pesos. Pero, ¡señor! ¡Por dos mil pesos! –le respondí: que yo prefería entregar el taxi si me lo iban a robar. Para mí es primero la vida.
Pero... es muy fregado. Yo también entiendo: hay que estar en el pellejo... El caso es que yo iba conversando con el señor. Llegando al Hospital Barranquilla yo me bajo del carro y en portería digo que traigo un herido. Resulta que cuando el señor baja se desmaya. Y se lo llevan.
Yo me fui porque conozco el procedimiento: por lo general la policía lo agarra a uno a indagar cuestiones de cómo se dieron los hechos. Yo me fui... Mire, realmente yo no soy monetario. Mi esencia es ayudar.
Esa me marcó.