Cargar con el peso de las maletas
Yo vengo de La Guajira… de Ríohacha. Allá también era taxista. A Barranquilla llegué hace dieciocho años. Vine porque tuve problemas personales.
¿Qué problemas personales? A ver… Me mataron a un hermano allá, a raíz de una pelea que tuvimos con una gente; él también era taxista. Ese día era el Día de las Madres: estábamos bebiendo, visitamos la tumba de mi madre –tan tan tan–. Al final del día yo ya estaba llevando a mi hermano a su casa. Recuerdo que me estacioné y un carro se hizo atrás de nosotros: empezó a pitar. Mi hermano pensó que era un amigo mío y yo pensé que era un amigo de él. Total nos bajamos y uno de ellos tiró a mi hermano, que era más apostado, más fuerte: lo agarró, lo alzó y lo tiró al suelo; yo estaba peleando con el otro. Cuando vieron a mi hermano en el suelo se fueron. Nosotros también arrancamos. Yo dejé a mi hermano en una esquina mientras buscaba una arma para defenderme, porque no sabía quiénes eran, y cuando llegué donde el amigo para que me prestara la arma a mi hermano lo habían matado en la esquina: llegaron cuatro y le dispararon; cuando llegué él estaba muerto.
Entonces me abrí.
Al llegar a Barranquilla me vine donde un hermano, que también es taxista. Ahí duré casi ocho meses sin hacer nada. Un día empecé a hacer de maletero por la noche, en Buenos Aires: recogía y montaba maletas a los carros. Así me rebuscaba: de ocho a doce o hasta la una de la mañana. Luego me iba con mi hermano a la casa. En ese lapso duré como ocho años y, justo ahí, fue cuando conocí a mi pareja anterior, con quien tuve un varón.
En ese tiempo había más trabajo en el maletaje, más plata… Se movía más: sustenté a mi familia, a mis ojos… Porque en Ríohacha tenía otros hijos.
En medio de eso mi hermano, cuando nos tomábamos unos tragos, me iba mostrando la ciudad: esta calle es así, esa es así… Hasta que le empecé a manejar un carro. No tenía licencia. Y aunque me perdía los pasajeros me indicaban, me guiaban: sal por aquí, sal de esta parte, este punto es… Un día no sabía dónde estaba, volvía de Puerto Colombia: recuerdo que le di toda la vuelta a Barranquilla, por toda la Circunvalar. Otra vez también me perdí. Una perdida bien bacana. Entonces, ¡no joda!, empecé a organizarme mejor y me empezó a ir bien.
Al final terminé manejándole a un amigo, manejaba por la noche.
Y ya. En estas llevo como diez años. Es una bendición que tengo.