Déjà vu
Yo viví un evento que me dejó… sorprendido.
Llegó un pasajero de aquí, de la estación, aquí, del aeropuerto. Él iba a coger un bus, pero resulta que eso era más tarde, como a las nueve de la noche. Así que yo lo llevé a Buenavista para que almorzara y se entretuviera y todo eso. Y lo dejé. Hice la carrera. Normal. Yo no le dije nada: que si lo recogía de nuevo. No le dije nada de eso.
Después hice dos o tres carreras en el aeropuerto y ya pa’ la tarde, a eso de las seis y media o siete, hice una carrera hacia Buenavista, y cuando venía de regreso, después de dejar al cliente, uno de los vigilantes me dijo que si iba a Simón Bolívar, que me pagaban veinticinco.
—Sí, claro, cómo no.
Y da la casualidad que se sube el mismo señor del aeropuerto que había dejado por la mañana. ¡De tanto carro que había! Ombe… ¿Cómo va a ser posible? ¿Me está persiguiendo? Tanta carrera. Tanta gente. Y me encuentro de nuevo con el señor.
Y yo pensaba, mientras manejaba, que eso había que publicarlo, contárselo a la familia.