¡No es no! Machismo a la carrera
Un día me llamaron para una carrera, había dejado una encomienda y tenía que ir a una casa para que me pagaran. Cuando llegué un tipo me dijo que entrara a la casa, y como esas casas son tan grandotas yo entré. Y yo entré y él estaba envuelto en una toalla pequeñita. Yo me le quedé mirando, pero, ya, hombre, normal.
—¿Cuánto vale la carrera?
Yo le dije que tanto. Y entonces dejó caer la toalla.
—Pero ponete la toalla.
—No, es que yo quiero que usted se quede acá… Conmigo. Le regalo quinientos mil pesos si se la deja sobar.
—¿Cómo así?
—Sí, yo me le arrimo y yo la sobo.
—Ay, no-no-no. ¡Cómo se le ocurre!
Y yo no me había dado cuenta que el tipo había cerrado la puerta, una puerta eléctrica. Me encerró. Me encerró, en serio… Me encerró y era empeloto con ese coso detrás mío y yo me agarré a correr. Me corretió y yo: ‘ay, Dios mío, no me vaya a hacer nada, no me vaya a hacer nada’.
—No me vaya a hacer nada porque el carro mío tiene gps y a mí ya me deben estar buscando, deben saber ya que yo estoy aquí metida.
Entonces el tipo abrió la puerta.
Eso fue en Pance. Horrible. Eso sí fue tenaz.