Salí debiendo
Yo tenía un comercio y un amigo llegó un día en un taxi. Yo le dije que tan lindo.
—Te lo vendo.
Dijo. Y ahí me explicó cómo funcionaba: que el aeropuerto, que si no me gustaba podía poner un conductor… Y así entré. Se lo compré y me quedé aquí. Eso en 2011.
Pero eso no era lo que iba a contar:
Recuerdo que ella vino en un taxi. Una señora alta y morena, de unos cuarenta y cinco o cincuenta años. Yo estaba afuera del carro, descansando. El taxista no tenía menudo; ella tenía un billete de cincuenta. Cuando se acerca me pregunta en un español medio entendible que si le cambiaba el billete. Yo le dije que no tenía. Entonces ella se retira, me da la espalda, y cuando lo hace recuerdo la cafetería, y le digo que en la cafetería le pueden cambiar el billete.
—Chica, en la cafetería…
Cuando yo le digo Chica esa señora se da la vuelta y me empieza a pegar una insultada.
—Chica no. Chica no.
Decía. ¡Pero histérica! De una forma… Y toda la gente viéndonos. Claro, y a mí me dio pena y miedo y me metí en el carro. Luego ella paró y se fue a cambiar el billete no sé dónde.
Yo me quedé en el carro.