Morelia Valbuena

Dama amarilla

Fotografías:
Cristina Abad
- Escrito Por:
Juan Sebastián Salazar
Relatos Amarillos pódcast RTVC Morelia Valbuena historias taxistas Medellín Colombia

¡Hombre! ¡Hay que hacer muchas cosas! Nos es fácil hacer entender que los trabajos de los hombres también lo podemos realizar las mujeres. Yo llevo 27 años en el volante y me he encontrado con expresiones desagradables. Y, claro, yo las acumulé, pero luego las solté diciéndome que yo tenía que ser mucho mejor que los hombres, y poco a poco lo fui logrando.

Mis inicios en el taxismo se dieron porque yo trabajaba en Metrosalud y me echaron por política. Me dio durísimo porque tenía un sueldo seguro… Ahí se acabaron todos mis sueños. Yo soy madre cabeza de familia, ¡imagínese! Tengo dos hijos: una hija que ahora tiene cuarenta años y Gustavo Adolfo, de veintiocho años, que en ese entonces tenía tres meses en mi barriga. Tuve que enfrentar esos miedos, pensar en un futuro para los hijos, y eso siempre fue difícil para mí. 

Yo ya en esa época sabía conducir y una gran amiga me dijo que por qué no me ponía a manejar carro, y eso hice. Empecé con un carro particular, piratiando: transportaba niños en Buenos Aires. Con ese carro pagaba arriendo, comida, servicios, pañales y la leche del muchachito. En esa época yo estaba embarazada de Gustavo Adolfo: la barriga me quedaba pareja con la cabrilla; una irresponsabilidad, sí. Imagínese: trabajar con esa pimponcha… Pues, era algo… Raro, pero yo lo debí hacer y lo asumí porque ya había tocado puertas y nada. Y yo trabajaba completico, completico: desde la mañana hasta la tarde; es más, el día que nació el niño trabajé un buen rato; yo ya sabía que iba a nacer, y cuando terminé de manejar llamé a un cuñado para que recogiera el carro. Y me fui a tener a mi bebé.

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Cuando nació Gustavo Adolfo me tocó la época más dura. Salí a trabajar como a los tres meses en el carro particular, pero después me robaron el carro. Afortunadamente, después conseguí un taxi con un señor José, que me dio la oportunidad. Gustavo Adolfo era mi copiloto, me tocaba manejar junto con él, y, menos mal, los de tránsito no molestaban tanto. Yo echaba el pañal, andaba con tetero, con termo y la leche. Y si al niño le daba hambre yo paraba. Fueron muchos meses así, con esa experiencia… Hasta que un día un señor se subió, un señor muy calladito, que después de unos minutos me preguntó:

—Señora, ¿y el niño de quién es?

—Mío.

—¿Suyo?

—Claro, es mi hijo: es mi bebé hermoso.

—¿Y usted es buena mamá?

 —Claro.

—Pues perdóneme, señora, pero usted es la peor mamá que he conocido en la vida. 

¡Ay! A mí me dio una rabia. ¡Ni lo miré!

—¿Usted por qué es tan atrevido?

—¿A usted no le da miedo la maldad de este mundo?

Y recuerdo que me monté en una película de terror. Horrible. No, no, no… Una película brava. Y me llegó una reflexión increíble y no dormí, y al otro día conseguí una señora para que me cuidara al niño, y esa señora se enamoró de mi muchacho, ¡y lo cuidó tan bien!

Eso fue hace unos 27 años… Sí… Unos 27 años frente al volante. Bastante, pero yo no fui de las primeras mujeres taxistas: aquí hubo una señora Bernarda, que ya se murió, y otra señora que tiene unos 38 años de experiencia. Mejor dicho, aunque es un gremio netamente masculino, también hay mujeres… Aunque, claro, antes estábamos muy solas y no nos reconocían; por ejemplo, ¡imagínate esta anécdota coloquial con una niña!

Una vez me abordó una mamá y una bebé de por ahí unos cinco años. Cuando la señora me puso la mano no vio que era una mujer, pero cuando paré y ella vio que era una mujer se alegró, pero la niña no: no se quiso subir al carro. ¿Sabes lo que decía la niña? Ama, Ama, las mujeres no manejan taxi. Yo no me voy con esa señora, yo no me voy, yo no me voy. La mamá la regañaba, le decía que se subiera. Y ahí sí me dio risa y yo le dije Ay, no la obligues… Pero tienes que ir enseñándole que los trabajos también los hacemos nosotras, que el taxi también es de mujeres.

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Hombre, es que nosotras somos de horario extendido y no tenemos fecha de vencimiento. Cuando un usuario se sube al carro yo le digo Mi nombre es Morelia Valbuena Ruiz y soy la persona responsable de llevarla hacia su destino, ¿hacia dónde se dirige?

Hoy en día soy fundadora y parte de una asociación que se llama ‘Damas Amarillas’. Mi foto ha salido en campañas de la ciudad y hasta salió en el metro, ¡imagínese!

Pero, bueno, esa es otra historia, y en esa se habla en plural… Porque a nosotras nos gusta hablar en plural.

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