Paquete chileno
Nosotros decidimos comprar un carro de segunda, y usted sabe que cuando uno lo está viendo uno lo mira por encima, pero cuando empieza a andarlo es que uno encuentra los detalles; el que vende el carro no lo arregla y uno que compra casi siempre le terminan metiendo su tapado. Eso fue lo que me pasó cuando compré el i10.
Fueron varias cosas: primero el carro había que hacerlo limpiar, echándole y echándole aceite ventiado; luego que cambiar cables y bujías y que el trasero; después que ponerle corriente porque no daba directa, y, luego, para rematar, se me dañó una vez un soporte del motor en Niquía: yo sentí el trac y, claro, el motor se descolgó… Me tocó anillarlo: se me fueron como millón trescientos, que no fue mucho, pero… Póngale cuidado: el mecánico me preguntó que cómo le pagaría y yo le dije que tenía doscientos y que le pagaría cien semanal.
—No, deme trescientos y doscientos semanal.
Y así le pagué. El hombre ya me conocía, gracias a Dios. Pero ponga pues cuidado: me dio covid en abril. Y mi familia me decía que fuera al médico, pero no iba… Todos me decían que estaba empeorando, pero yo tenía más miedo de ir al hospital que del mismo covid, pues, por las cosas que se hablaban. Hasta que me convencieron. Y ponga pues cuidado que me atendieron y, no, pues, muy bien.
Pero imagínese, ¡dure un mes sin trabajar! Y el carro quedó parado; yo no se lo quise dar a nadie: lo pongo a que lo manejen, me lo acaban y cuando yo salga no voy a tener ni con qué camellar. ¿O usted qué dice?
Ahí me tocó refinanciar la deuda. Todavía estoy pagando, todavía… Es que en la pandemia me atrasé. Prácticamente volví a empezar: ahora las cuotas están en un millón ochocientos y bola. Sí, no… Le toca a uno revolcarse: me toca hacerme doscientos diarios… Esa es la meta. Si uno hace menos no se da. Afortunadamente nosotros tenemos una tienda en la casa y con eso se granea un poquito.
Al menos, gracias a Dios, hay salud y, también, gracias a Dios, ahora el carro ya está bien parado.