¡Tome sus veinte y coma huevo!

A mí me sucedió algo apenas empezaba a manejar, apenas estaba entrando al gremio. 

Cogí una carrerita por allá, por los lados del Hotel Nutibara. Y normal… un man me puso la mano y yo le paré, normal. Cuando menos pienso me abren las dos puertas de atrás. Yo al hombre lo había visto solo, pero ahí mismo me abrieron. Se subieron tres. Yo lo único que hice fue rezar por dentro, porque yo ahí me imaginé que ahí era… eso fue de sorpresa.

—Ah, parce… ¿Nos lleva a Los Milagros?

—Hágale, mijo, de una.

—¿Tiene musiquita?

—Pues, parce, mire… Coja el control, ponga lo que quiera.

Es que uno tiene que entrar en confianza con esa gente porque… Mire, yo sentía mucho miedo, pero bregaba a no demostrarlo porque… Entonces ahí empezaron a contar entre ellos una platica, y hablaban: que el que sapió en el banco estaba contento con lo que le dieron. Los manes le habían robado a un señor que iba a consignar como millón ochocientos, en ese tiempo –hace dieciséis años. 

Recuerdo que en el carro empezaron a repartir la platica… todos contentos.

—Ve, ¿y cómo le ha ido?

—Hermano… Yo hace ratico salí del taller. Vamos a ver cómo me va de aquí en adelante.

Es que yo brego a meter psicología, entonces si a uno le preguntan eso, uno brega a decir No, hace una hora salí, hace dos horas salí, porque es que… pues, que le pregunten a uno que cómo le esta yendo en el trabajo, pues… genera mucha desconfianza.

Yo los llevé a La Milagrosa:

—Parce, ¿cuánto es?

—Cuatro mil quinientos.

—Vea, tome veinte pesos para que vaya a desayunar.

Y yo bien asustado.

—Parce, ya sabe que si nos vuelve a ver nos para.

—Ah, no, hágale que yo ahí mismo les paro.

Antes me fui bien.